Philippa Lally y sus colegas del University College de Londres han estudiado cómo se forman los hábitos en la vida cotidiana. A través de un estudio con 96 voluntarios publicado en la revista European Journal of Social Psychology, comprobaron que a medida que repetimos una acción o una elección (qué comer, qué beber, qué ejercicio practicar…) el automatismo aumenta, si bien el tiempo que tardan las personas en convertir un comportamiento en automático y no necesitar voluntad para llevarlo a cabo varía mucho, oscilando entre 18 y 254 días, aunque el máximo se sitúa en torno a los 84 días de repetición.

El trabajo desmintió la idea de que saltarse un hábito que se está intentando adquirir un solo día interrumpe el proceso de fijación, y por lo tanto no hace falta en ese caso “volver a empezar”.

La formación de hábitos es importante, nos hace la vida más fácil, tal y como publicaba el neurocienctífico Joe Z. Tsien en la revista Neuron, ya que estos proporcionan libertad y flexibilidad mental permitiendo hacer actividades con el “piloto automático” mientras el cerebro se concentra en asuntos más urgentes. Y según su investigación, en el proceso de convertir un comportamiento aprendido en un hábito automático juegan un papel fundamental los receptores NMDA de las neuronas dopaminérgicas del ganglio basal del cerebro.

Muy Interesante

 

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