A casi nadie le gusta el pelo en las axilas y suele aparecer cuando menos lo esperas. Si tú eres de las que tiene que tener axilas suaves y lisas todo el tiempo, aquí hay unas soluciones para algunos de tus problemas con tu axila más comunes.

La sombra permanente

¿Alguna vez te has mirado la axila justo después de rasurarte sólo para darte cuenta que se ve más oscuro que el resto de tu piel? Aunque aveces la razón por esto es hormonal o bacteriana, es normalmente causado por vellos gruesos justo debajo de la piel.

La solución: en algunos casos, las cremas depiladoras ayudan a reducir la apariencia de esta sombra por más tiempo porque suelen abosorberse en el folículo cuando son aplicadas.

Pelos enterrados

Cuando el pelo rasurado comienza a crecer nuevamente, se enchina y crece hacia dentro en lugar de fuera, causando una inflamación que parece un grano.

Solución: sugerimos que te exfolíes varias veces a la semana para deshacerte de la acumulación de queratina alrededor de los folículos para fomentar el crecimiento correcto de tus vellos. También, cuando te rasures, hazlo en el sentido en el que crece el vello, no al revés.

El vello vuelve a crecer rapidísimo

Te rasuras y al final del día, tus vellos ya regresaron.

Solución: un ligero inhibidor es la mejor solución para esto. Existen desodorantes que te ayudan a mantener tu piel protegida además de oliendo bien y que tienen ingredientes naturales que inhiben el crecimiento del vello para dejarte las axilas suaves por más tiempo entre rasuradas.

Nada de lo que haces funciona

Te has rasurado en todos los sentidos, has dejado pasar tiempo entre rasuradas, pero simplemente nada sirve para que se vean perfectamente lisas tus axilas.

Solución: existen opciones permanentes y semi permanentes que podrían realmente reducir la apariencia de los vellos en tu axila. El láser y la electrólisis son buenas opciones, el láser te garantiza una reducción permanente mientras que la electrólisis te garantiza remover por completo los vellos de manera permanente.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.