Pues, resulta que las probabilidades de que tengas razón son altas. Según una encuesta reciente, conformada por mil hombres y mujeres, 43% de mujeres han admitido haber espiado a su pareja en algún momento y 21% de los hombres hicieron lo mismo.
¿Pero a qué grado llega la invasión de privacidad? Casi 40% de las mujeres que admitieron espiar a su pareja dicen preferir revisar sus mensajes en su celular, mientras que 19% dicen llamar a sus pareja cuando están fuera. 18% dice haberse metido a las cuentas de redes sociales de sus parejas, 16% checan el historial de GPS en su celular y 13% leyeron su correo electrónico.
La gente chismosa es simplemente gente sospechosa buscando alguna evidencia de que su pareja está haciendo algo que no debería. Esta clase de persona siente que necesita evidencias irrefutables en lugar de usar su intuición como prueba de que su pareja no es de confiar.
Aunque no tengas nada que esconder, no hagas caso omiso de esta clase de comportamiento. Podría estar dañando tu relación más de lo que te des cuenta si tu pareja está sospechosa de ti y te vigila como investigador privado. Lo que encuentre (o no encuentre) no es el problema, porque eventualmente se encontrará con algo que interpretará fuera de contexto.
Si sorprendes a tu pareja esculcando tus cosas, deberías expresarle que te lastima que no pueda confiar en ti y que tuvo que llegar a estas alturas para encontrar evidencias de algo que no hiciste y pregúntale por qué no pudo ser directo y hablar contigo directamente si algo le molestaba.
Esta clase de comportamiento es tóxica en una relación y deberías dejar muy claro que no es aceptable. Si no logran solucionar el problema, deberían considerar ir a terapia para parejas para entender de dónde origina esta desconfianza para poder trabajarlo.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.