El asunto de una nueva cultura pasa necesariamente por el ámbito personal, de la pareja y la familia. Nuestros viejos refranes lo dicen, no puede haber “farol de la calle si hay oscuridad de la casa” o “el buen juez por la casa empieza”. En el ámbito personal las adicciones, los trastornos de la alimentación o del sueño, el estrés, las distintas neurosis; en la pareja, el machismo, el hembrismo, las disfunciones de la sexualidad, las infidelidad, los celos y la violencia que derivan en la desintegración; y en la familia el maltrato a los hijos, violencia física y emocional, manipulación, sobreprotección o abandono e inclusive abusos sexuales entre otras prácticas malsanas, marcan la necesidad de cambios profundos en el actuar de los seres humanos de tal manera que el buen trato en la esfera privada se replique en las relaciones sociales más amplia como son las relaciones laborales de interacción intercultural, inter racial o de índole política con las instituciones públicas y la clase gobernante como entre las naciones.
Finalmente compete también a nuestras relaciones con la naturaleza circundante. ¿Cómo respetar al medio ambiente si desde lo personal y desde la casa nos estamos degrado en salud física, mental y espiritual? ¿Cómo si en conjunto de nuestras relaciones sociales en los binomios trabajo-capital, campo-ciudad, tradición-modernidad, desarrollo-subdesarrollo, sociedad civil-gobierno estamos en constante contradicción vamos a enriquecer a los ecosistemas? En síntesis ¿cómo si no respetamos la parte humana de la naturaleza, que somos nosotros mismos, vamos a respetar el entorno?
En fin el asunto es que la realidad es un todo unitario y cada una de las esferas afecta a las otras.
La bondad es que ahora contamos con un cuerpo teórico que le da integridad racional y moral a tal realidad: la Ecología Funcional de los seres Humanos que en realidad es se refiere a la funcionalidad de la naturaleza.
Entonces hemos de partir de ella para replantear el conjunto que conformamos como especie con el Cosmos, otra vez, desde el ámbito personal, social como ambiental.
Una nueva cultura que supere los mitos y las arrogancias, las fantasías y las inseguridades dándonos el poder y la humildad a la vez, de saber, finalmente sí finalmente, nuestro sentido de existir.
Una cultura que sea al mismo tiempo, síntesis pero también superación del pasado.
No nos dejemos aturdir por la estridencia de las urbes ni seducir por los oropeles del dinero. Levantemos los ojos al cielo y dirijamos la vista al mar y la tierra y a sus riquezas. La ciencia y la tecnología solo tienen sentido al servicio de la naturaleza, incluida por supuesto la parte humana de tal naturaleza.
Por último hay que actuar invertir en una nueva educación y reeducación. Formular nuevos paradigmas de interacción social y por supuesto aumentar significativamente la cantidad de recursos al desarrollo de proyectos ecológicos tendientes a recuperar el capital natural, consolidando una utilidad y rentabilidad ecológica de la economía y la sociedad permanente.
Escrito por Eduardo García.