* El collage escénico gira en torno al universo de la prostitución y el lenocinio
El collage escénico “Objeto 600”, con dramaturgia colectiva a cargo de la directora Liliana Ramírez Silva y cuya temática aborda el universo de la prostitución, la trata de personas, el lenocinio y la violencia que constituye la cosificación de la mujer, inició temporada en la Sala CCB.
Se trata de una propuesta de 50 minutos plagada de escenas profusamente adornadas con palabras fuertes y voces crudas hasta el exceso, con lo que la pieza pretende que el público salga con un criterio diferente respecto al tema; los asistentes a la función de estreno formaron apenas un puñado de invitados.
No se trata de ofrecer una visión cargada de moralina, lo que se intenta plantear es el problema de la prostitución y dejar la piel abierta, según Ramírez Silva, quien sostiene que el comercio carnal es un trabajo de dinero rápido pero jamás será una actividad fácil por la falta de respeto a sí mismos de quienes lo eligen.
Una investigación que elaboró la compañía teatral arrojó como resultado que la mayoría es forzada a prostituirse. “No se trata de una obra en esté en contra de los hombres; es un trabajo que está reñido con la visión que la sociedad tiene sobre las sexoservidoras, su estigmatización y marginación”, añadió la autora.
Desde el punto de vista de Ramírez Silva, ninguna idea o prejuicio justifica la agresión, la burla y el abuso en contra de estas mujeres, por lo que ella piensa que es una industria de consumo que involucra a lenones y clientes montados en una serie de ideas que justifican este comercio sexual.
La directora deja ver en el escenario que cuando se dice sexoservidoras jamás se apela a los clientes; sin éstos no existirían las prostitutas, sostiene, y subraya que en ese negocio está soterrada una terrible agresión sistematizada contra ellas. El planteamiento, sin embargo, no es fielmente reflejado en el escenario.
Antes de escribir cada una de las escenas, la directora se pronunció por elaborar una investigación de campo en las “zonas de tolerancia” en Sullivan y Tlalpan, y en cada entrevista con las sexoservidoras predominó el 600, ya fuera por el número de habitación de un hotel o la cantidad de clientes, de ahí el título.
En la visión postmoderna, la prostitución está considerada como un trabajo sexual con derechos; sin embargo, Ramírez Silva plantea que si bien aplaude los derechos adquiridos en cualquier tipo de actividad, en el comercio sexual no existen por el alto riesgo al que se someten las mujeres que ejercen el oficio.
De pequeñas, las niñas piensan en ser actrices, doctoras o policías, pero jamás en convertirse en prostitutas. Quizá sea el entorno socio-económico el que las orilla a ejercer esta actividad, y aunque la sexoservidora sea feminista, liberal o independiente, los clientes jamás dejarán de ser machistas, dice Ramírez.
México, 7 Abr. (Notimex).-