
Comida emocional: comprensión antes que juicio
Decir “te comes tus emociones” suena simple, pero el verdadero cambio empieza cuando empiezas a entender por qué lo haces, sin culpa. La comida emocional no se combate; se acompaña.
¿Qué impulsa el impulso?
El estrés, el aburrimiento o la tristeza disparan esos antojos porque el cerebro busca una recompensa rápida. El cortisol elevado te hace antojar comida reconfortante, un fenómeno que también se conoce como comfort food .
El círculo que te atrapa
Primero comes para sentir alivio, luego viene la culpa, y con ella más ansiedad. Ese vaivén emocional termina agravando lo que originalmente intentabas calmar.
¿Hambre real o emocional?
Antes de comer, hazte la pregunta: ¿tengo hambre real o emocional? Ese simple ejercicio puede ayudarte a distinguir si necesitas alimento o cariño, silencio o descanso, compañía o pausa.
Estrategias que realmente ayudan
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Llevar un diario emocional-comida, donde registres qué sientes antes de comer para identificar patrones en tu relación con la comida.
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Practicar mindful eating: comer despacio, sin distracciones y saboreando cada bocado.
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Cuando sobrevenga el impulso, intenta respirar o escribir antes de buscar comida chatarra—a veces el estómago pide palabras, no azúcar.
No estás sola, y pedir ayuda es valioso
Si este patrón no se para solo y sientes que te domina, hay recursos que funcionan. Terapeutas que usan el enfoque en mindfulness o la terapia cognitivo-emocional han tenido éxito ayudando a personas a transformar su relación con la comida sin culpa.
Estas ideas conectan con otras reflexiones en Caracteres, como la importancia de hacer pausas conscientes en la meditación o cómo comer sola puede ser un gesto profundo de autocuidado.
Publicado por Redacción.