Las influencias del arte asiático y árabe están cambiando las reglas del arte contemporáneo. Hombres y mujeres tienen mucho que decir y que aportar. Exploramos cinco artistas que aportan una nueva perspectiva al eterno problema entre lo abstracto y lo cotidiano. No te pierdas sus webs para conocerlos más a profundidad

Para Kapoor el color rojo simboliza un camino hacia la exploración emocional; es el color de la sangre, de la carne, de la pasión y la emoción que en esta obra se convierte en vaselina. Si queréis ahondar más en su búsqueda de la inmaterialidad, no dejéis de indagar más sobre sus obras en su web.

Subodh Gupta: Marchel Duchamp convirtió objetos corrientes en obras de arte gracias al ready-made. Este artista indio afincado en Nueva Delhi ha hecho una reinterpretación de esta invención, pero en lugar de objetos individuales hace agrupaciones, es decir, convierte piezas en monumentales instalaciones escultóricas.
Gupta incorpora objetos que son cotidianos en India, como tarteras de acero, bicicletas, ollas de cocina o recipientes de leche, para hacer divertidas esculturas que reflexionan sobre la transformación económica de su país y que hacen referencia a los recuerdos de su infancia. Pero, al mismo tiempo, estos elementos han formado parte de la vida de muchos indios, y por tanto Gupta se convierte en un “ladrón de ídolos y dramas hindúes”.
Sus obras, que han dado la vuelta al mundo, abren una reflexión sobre el espectacular crecimiento económico de India y el dominio de una mentalidad más materialista. The Guardian lo llamó “el Damien Hirst de Delhi”.

Mohammed Khazem: es un artista nacido en Dubai y pionero del arte conceptual en Emiratos Árabes Unidos. Su obra aborda las actuales transformaciones globales en los ámbitos sociales, políticos y naturales, explorando las ideas abstractas sobre el movimiento, el tiempo, el cuerpo y la naturaleza. Khazem muestra una especial fascinación “por la recogida y documentación de la información acerca de los objetos aparentemente sin importancia, las huellas de nuestro presente, dentro de un entorno particular”.

Frecuentemente la exploración que hace de su entorno le lleva a medir lo no cuantificable, haciendo uso del GPS como medio para la grabación. Un ejemplo pudo verse en el pabellón de Emiratos Árabes Unidos de la última edición de la Bienal de Venecia, en donde el artista presentó una video instalación formada por un GPS que daba sus direcciones en curso junto con un vídeo que simulaba el movimiento del mar, recreando así el movimiento de un barco en medio del mar. En palabras de la comisaria, “la intención era la de recrear una experiencia inversiva de lo que es estar perdido en el mar, cruzar las barreras físicas que deambulan y vagar por las ideas libremente”.

Hayv Kahraman: Esta artista nacida en Iraq, emigró a Suecia con 11 años, fue a la universidad en Florencia y actualmente vive en San Francisco. Su obra permite percibir cómo ser de varios sitios y de ninguno a la vez. Muestra un especial interés por los espacios marginales ubicados entre la cultura de Oriente y Occidente, la estética y los conceptos de género a través de su historia personal. Sus pinturas y dibujos nos recuerdan a la caligrafía del estilo japonés, algo de la pintura italiana renacentista y manuscritos árabes iluminados. Pero cuidado, no te dejes llevar solo por la belleza estética de sus obras, pues tras ellas se esconde un fondo psicológico complejo. Parece que sus historias nos transportan al arte de Occidente y Oriente Medio, pero su estética, como inmigrante, no pertenecen a ninguna de las dos.

La diáspora y el género están igualmente presentes en su trabajo. Las protagonistas de sus obras son siempre figuras femeninas. En una de ellas aparecen pequeñas mutilaciones, apenas imperceptibles, que representan “la reminiscencia de la psique de un refugiado, y es ese sentido de despego que se tiene de su tierra que ha tenido que dejar atrás. Esa es la idea: mujeres que están fragmentadas o son casi cyborgs. Han tenido que renunciar a una parte de sí mismas”.
Las obras de Hayv no pueden encajar en ningún estilo concreto más que en el suyo propio, fantástico e inquietante.

Mona Hatoum: esta artista nacida en Beirut, de padres palestinos y afincada en Londres es una de las figuras de Oriente Medio más importantes y prestigiosas. Si como decíamos antes Marcel Duchamp convirtió el objeto en arte y Gupta los multiplica; Mona Hatoum transforma un simple objeto de cocina en una escultura gigantesca: un rallador de casi 2 metros de altura, jaulas gigantes iluminadas con bombillas parpadeantes, salas llenas de columpios colgados del techo, coladores enormes con pinchos, un cuadrado de 4×4 metros compuesto por miles de bolitas de vidrio fijadas directamente sobre el suelo. Ha colgado batidores de metal con espátulas enviando electricidad a través de ellas. Estas esculturas e instalaciones generan a partir de elementos cotidianos una sensación de amenaza, al mismo tiempo que crean un espectáculo fascinante que no deja indiferente a nadie.

Esta artista multidisciplinar pasó de denunciar el exilio palestino a principios de los 80, a mostrar un compromiso más reflexivo con una herencia minimalista y conceptual desde los 90 y hasta ahora. Debido a esta evolución, aunque es fácil intentar dar una motivación política en sus obras, ella se resiste a atribuirles un significado preciso.

(Esquire)