navidad

Seguramente voy a sonar medio amargado, tan acido como el mismísimo grinch, pero este año, decidí no entrarle más al asunto de las “tradiciones” por lo menos en esta ocasión. Gracias a la mismísima iglesia, a “Dios” y a mí, he logrado a lo largo de los años dejar atrás muchas “creencias religiosas” que estaban de una u otra forma sujetas a qué si no las ejercía, aceptaba y respetaba, el mismísimo dios (lo cual ya superé), me iba a castigar.

Esta vez, no puse árbol, ni esferitas, ni luces, ni nada. Y decidí concentrarme al 100% en identificar qué podía verdaderamente decir y hacer por mis hijos, mi exmujer, mi pareja, mis empleados, el vecino, el niño de la calle. Como todos, sé y he sabido siempre que todo este maratón de fiestas comerciales y “religiosas” es un pretexto para acercarnos a los demás, para dar un abrazo, para atreverse a sentir, a desear, a agradecer. Cuando mi hijo era pequeño, como muchos papás, me disfracé de Santa, incluso llené de popó de caballo la sala de la casa para que se diera cuenta de que los reyes existían y que sí nos habían visitado. No solo los niños quieren creer en algo, los hombres y mujeres adultas también.

Para los pequeños, los reyes, santa, los renos y todo ese mundo fantástico es maravilloso, sin duda, deja huellas y recuerdos amorosos para toda la vida, pues vestirse de santa, de reno, de rey mago o de un común pastorcito, en realidad implica materializar la intención de hacerle real a otra persona su necesidad de creer en algo bello, mágico, sutil y bondadoso. Pero este año, dije ¡No!, al diablo con el árbol, con el panzón de Coca Cola, con el mito de los reyes (la virgen gracias a “Dios” ya la había yo desechado hace años). Y si esta vez, si solo esta vez, no necesitara pretextos, si saliera yo solo casi desnudo (es metafórico) a darme tiempo de pensar qué necesitan los demás, ¿qué les puedo dar?, ¿en qué les puedo ayudar? Si como empresario, papá, pareja, amigo, en vez de entrarle al rollo comercial, de verdad me diera tiempo de reconocerles a las personas que conozco su valor, sus esfuerzos y logros de este año, pero sin santa, sin árbol, sin reyes, sin chupe. Solo yo, conmigo, solamente, con un beso, un abrazo, una mirada, con una despedida silenciosa al amigo de 70 años pues no sé si el próximo año estará o estaré yo para hacer lo mismo.

Lo estoy haciendo, funciona  y muy bien. En vez de feliz vanidad, en vez del regalo fugaz, de chucherías, en lugar de gastar, decidí identificar en qué puedo comprometerme para qué de verdad, estas personas sientan que puedo y quiero ayudarlos y acompañarlos el próximo año, pero sin santa, sin renos, sin chupe, sin reyes, sin regalos materiales. Ayer, me atreví a invitar a cenar a dos indigentes al Vips, no se lo creían, yo tampoco, los comensales me veían raro, feo inclusive. Si cada uno de nosotros se atreviera a convencer a otro, solo a otro, a hacerlo sentir que no está solo en su búsqueda de la felicidad, el mundo cambiaria, sería más pleno, sin regalito fugaz, mejor, regalando tiempo, intención y compromiso. Pregúntate si estás dispuesto a invitar a cenar al vips o incluso a tu casa, a un indigente, a un desconocido, a un pobre, al que está en la calle. Si la respuesta es “no puedo”, si la respuesta es “cómo crees”, si piensas qué “está cañón”, o, “me va a asaltar”, a lo mejor… es mejor, que sigas pensando en la virgen, en santa y los reyes esta “navidad” .

Para reflexionar

Alfonso del Valle Azcué