El consumo es la base de la economía de cada país por lo cual se fomenta en todos los niveles constantemente, sobre todo, a través de los medios de comunicación
El consumo forma parte de la vida del hombre desde la antigüedad. Los primeros trueques se sitúan entre unos 500.000 a 300.000 años a. de C.
Sin embargo, a medida que los países han ido evolucionando y mejorando económicamente, el hecho de comprar ha adquirido funciones diferentes. Nuestros antepasados más lejanos se intercambiaban una serie de alimentos u objetos por otros para poder subsistir, mientras que nosotros generalmente compramos por gusto o interés más que por necesidad propiamente dicha.
La sociedad actual es probablemente la más consumista que ha existido. El consumo es la base de la economía de cada país por lo cual es fomentado desde todos los niveles constantemente sobre todo a través de los medios de comunicación.
De esta manera, consumir objetos se ha convertido en un valor social en alza, en un símbolo de estatus social. Es decir, en esta sociedad están más valoradas las personas que pueden permitirse consumir más o con mayor frecuencia, es más quien más tiene.
En muchos casos, consumir más puede hacer a una persona sentirse mejor consigo misma y situarse en una posición de privilegio sobre los demás.
Un verdadero peligro
Sin embargo este consumo excesivo puede ser muy peligroso para ciertas personas, ya que pueden utilizar el hecho de comprar de forma inadecuada y terminar padeciendo una adicción a las compras, motivo principal de este artículo.
Comprar es una actividad diaria rutinaria para la mayoría de la población. Pero los adictos a las compras se muestran incapaces de controlar un fuerte impulso al consumo, que domina sus vidas y produce consecuencias graves. Así, se puede definir la adicción a las compras como un impulso irrefrenable de adquirir objetos inútiles o superfluos.
Los especialistas en adicciones identificamos la diferencia entre ir a la compra o hacer una compra que ir de compras. Lo importante no es lo que se compra sino el “hecho de comprar”.
Es esto último lo que caracteriza a la adicción. Las principales características de esta conducta patológica son que se compra por comprar, que las compras son excesivas, que los objetos adquiridos son innecesarios y que el sujeto es consciente de ello, pero no puede refrenar el impulso.
De hecho, si pasa por la puerta de un centro comercial y no entra, sufre un síndrome de abstinencia, es decir, un estado de nerviosismo que sólo se calma cuando entra a comprar.
Los adictos a las compras se sienten estimulados por el puro placer de comprar, de sacar la tarjeta de crédito y de sentir la excitación de las bolsas en la mano, así como de recibir la atención de los dependientes.
Lo que pone en marcha esta excitación son las ofertas, los escaparates, estrenar algo nuevo… El sentimiento de autoestima y de poder se satisface con esta conducta. Sin embargo es importante destacar que hay una pérdida de interés por los productos una vez comprados.
Este consumo excede de las posibilidades económicas de la persona. De hecho, los derroches de dinero facilitan conductas de morosidad que están asociadas a este tipo de problema.
Sí hay diferencias
Ahora en cuanto a los objetos de compra; estos difieren en función del sexo. A las mujeres, muy influidas por el dictado de la moda y la preocupación por la imagen corporal, les fascinan los artículos de cosmética, de lencería, la ropa de vestir y los complementos (zapatos, guantes, gafas, etc…), los regalos y las joyas, en definitiva, todo lo relacionado con el atractivo físico.
Los hombres se sienten atraídos más por el material informático, los vídeos, los equipos de música y los accesorios del automóvil. Algunos sujetos, independientemente del sexo, tienden a adquirir todo lo que sean gangas, rebajas o artículos con descuento.
La motivación en uno y otro sexo es la misma: aumentar la autoestima. Las mujeres están socialmente condicionadas a hacer derivar la autoestima del aspecto físico.
A los hombres, por el contrario, se les ha valorado tradicionalmente por ser expertos o poseer riqueza.
La mayoría de los afectados son personas en torno a los 30 años, que han empezado a comprar de esta manera en torno a los 18 ó 20 años. El problema se destapa y hay un reconocimiento del mismo cuando se dan una serie de circunstancias, como la imposibilidad de hacer frente a las deudas, los reproches de los seres queridos, una situación de bancarrota.
Las diferentes investigaciones en este campo coinciden en señalar que los sujetos que padecen este trastorno tienen un nivel económico y cultural acomodado, sus madres padecen frecuentes problemas psicológicos o psicopatológicos, además de una coincidencia con otros trastornos mentales.
Tratamiento
En cuanto al tratamiento, el abordaje de las compras compulsivas debe tener en cuenta la impulsividad, la compra como reforzamiento de la personalidad, la insatisfacción con la autoimagen, los problemas en el desarrollo psicosexual, o los desórdenes en la maduración de la personalidad, ya que con todo ello el trastorno evolucionará en la medida en que lo haga el trastorno a la base.
Finalmente, es importantes precisar que en nuestra cultura sonorense; este tipo de comportamiento es pasado por alto, ya que nuestras escalas de valores orientado fuertemente al consumismo ocultan la posibilidad de detección de esta patología, lo cual no significa que estemos libre de ella.
Conducta habitual
El ciclo de la conducta compradora adictiva es el siguiente:
– Estado de ánimo disfórico (tristeza, apatía, ansiedad, ira).
– Excitación ante las expectativas de comprar.
– Adquisición placentera de objetos superfluos.
– Arrepentimiento por el dinero gastado y por la pérdida de control.
– Repetición del ciclo para la superación del malestar.