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Cometer crímenes tan atroces como un abuso sexual y un asesinato son impensables para la mayoría de nosotros. Y parece casi igual de absurdo que los autores confiesen, o incluso presuman, esos actos en internet.

A pesar de esto, en casos tan mundanos como el vandalismo o tan horribles como la violación tumultuaria, los criminales ejemplifican una verdad de la era de las redes sociales: para algunos, nada es demasiado sagrado, privado o condenatorio para compartirlo en línea.

“Las redes sociales exponen los crímenes, junto con la necesidad de quien los publicó de sentirse importante o poderoso”, dijo Pamela Rutledge, directora del Centro de Investigación de Psicología de los Medios, en la Escuela de Psicología Profesional Massachusetts, en Estados Unidos.

“Sin embargo, en la mayoría de los casos, la necesidad de bravuconería aparentemente es mucho más grande que cualquier preocupación por ser atrapado”.

El evento más reciente ocurrió el jueves pasado, cuando un hombre de Florida, Estados Unidos, supuestamente asesinó a su esposa y publicó una fotografía de su cuerpo, junto con una confesión, en su página de Facebook.

“Iré a prisión o recibiré una sentencia de muerte por asesinar a mi esposa”, escribió Derek Medina, de 31 años, de Miami. “Los quiero chicos, los extraño, cuídense gente de Facebook, me verán en las noticias”.

La horripilante imagen fue compartida miles de veces antes de que Facebook fuera alertado y la borrara varias horas después.

Impactó a su propia lista de Amigos. Entre las respuestas: “¿¿¿¿¿¿QUÉ??????? ¿¿¿¿Qué pasó???? Derek”.

Pero las publicaciones en redes sociales sobre crímenes son sorprendentemente comunes. Solo algunas de las más publicitadas en épocas recientes:

Un joven supuestamente se delató al preguntar en Facebook por un cuerpo abandonado en Monterrey. La policía encontró después el cuerpo de la novia del adolescente, a quien habían asesinado, e interrogó al chico.
Una investigación por la violación de una chica de 16 años, mientras estaba inconsciente, por parte de jugadores de futbol de una preparatoria en Estados Unidos. Algunos de los acusados publicaron imágenes y videos de la chica en Facebook, Twitter e Instagram.
La supuesta violación, en 2011, de Rehtaeh Parsons, de entonces 15 años, en Nueva Escocia, Canadá, por parte de cuatro adolescentes. Según reportes, los adolescentes compartieron una fotografía de ella en línea y a través de mensajes de texto. Dos de ellos, que ahora son adultos, fueron acusados de pornografía infantil esta semana. Parsons, a los 17 años, se ahorcó, y en abril la desconectaron de la máquina de soporte vital.
En 2011, un adolescente de Estados Unidos se declaró culpable de violar a una chica de 15 años en estado de ebriedad. Luego acudió a Facebook para buscar a un asesino a sueldo que la asesinara: “Pongo 500 por la cabeza de una chica, ¿quién quiere el dinero?”. El hombre que respondió en realidad era un detective encubierto.

Los criminales confesaban o alardeaban públicamente sobre sus crímenes mucho antes de que existieran las redes sociales, según Michele Nealon-Woods, presidenta nacional de la Escuela de Psicología Profesional Chicago en Estados Unidos.

Se cree que, en 1888, el famoso Jack el Destripador envió al menos tres cartas a la policía de Londres, burlándose de ellos y diciéndoles cuándo planeaba asesinar de nuevo.

En el norte de California, Estados Unidos, el llamado Asesino del Zodiaco envió docenas de cartas a la policía y a los medios a finales de la década de 1960 y a principios de la década de 1970. Algunas eran rompecabezas crípticos que nunca se han resuelto.

Añade los relatos eternos de confesiones en la cárcel, los fanfarrones en bares… y está claro que el instinto base aquí no es nada nuevo.

“La nueva parte de esto es que cuando las personas hacían cosas malas, peligrosas y agresivas a otras personas en el pasado, no tenían los medios con los cuales compartir la información”, dijo Nealon-Woods.

“Lo que las redes sociales han hecho es darle a las personas con esas inclinaciones una plataforma completamente nueva”, dijo.

Nealon-Woods dice que las redes sociales son un pequeño fenómeno en la larga historia de la evolución de la comunicación humana. Y nadie puede estar realmente seguro de qué impacto tendrán (si es que lo tienen) finalmente en la forma en que nos comportamos.

“Es una de esas cosas que evolucionan”, dijo. “Ha sido una innovación grande y realmente disruptiva en nuestras vidas y, como cualquier cosa que los humanos hacemos, nos lleva cierto tiempo adaptarnos, cambiar y responder”.

Mientras que cientos de millones de personas utilizan las redes sociales saludablemente todos los días, hay algunos (no solo criminales) que no se han ajustado tan bien, dijo Nealon-Woods.

Su incapacidad para captar las nuevas normas sociales resulta en comportamientos que van desde el troleo en internet hasta compartir excesivamente el tipo de publicaciones que pueden avergonzar a los usuarios o conducirlos a la cárcel.

El aspecto físicamente aislante de las redes sociales probablemente es parte de la ecuación. Cuando podemos comunicarnos con otras personas sin verlas o escucharlas, algo en el cerebro dificulta recordar que hay consecuencias para lo que decimos, dijo.

“Hemos eliminado esa interacción humana, y eso les da a las personas una falsa sensación de los límites a los que pueden llegar”, añadió Nealon-Woods. “Es una de las principales razones por las cuales las personas publican cosas sobre las que otras personas dicen, ‘¡Oh, por Dios!’”.

Las redes sociales son una forma joven de comunicación a la que a algunas personas les tomará tiempo ajustarse, dijo. Mientras tanto, Rutledge, la investigadora de Massachusetts, señala una ventaja de cuando se mezclan los comportamientos extraños en línea y los crímenes.

“La buena noticia es que la compulsión de alardear sobre salirse con la suya en estas actividades aumenta la probabilidad de ser atrapado”, dijo. “Sin las redes sociales, hubiera sido mucho más difícil encontrar a los culpables, mucho menos juzgarlos”.

CNN