Tenemos la idea de que nuestros ancestros deben haber tenido los mismos hábitos alimenticios que los actuales primates más evolucionados, los chimpancés, esto es: frutas suaves.
Por el contrario, los estudios que se han realizado en la superficie de los dientes de los homínidos más antiguos revelan información sorprendente.
Una vía importante para saber qué pudieron haber comido los antecesores del hombre es estudiando la estructura física de su cráneo, mandíbula y dentadura.
Estas características son adaptaciones del proceso evolutivo que nos informan para qué estaban preparados dichos seres.
Sin embargo, ello no necesariamente revela qué era lo que en efecto comía cada grupo de homínidos en épocas tan remotas.
Una manera más eficaz de acceder a dicha interrogante es analizando los distintos agujeros y rasguños que aparecen en los dientes de los fósiles hallados, así como sus isótopos estables de carbono. Por este método se ha obtenido un cuadro de la dieta de los antiguos.
A pesar de tener un aparato molar poderoso, los ancestros rara vez debieron haber cascado nueces con los dientes.
Su dieta básicamente se reducía a consumir hierbas diversas y juncia, ese tipo de alimento que ningún chimpancé que se respete tomaría en cantidades.
Los restos también revelan que los homínidos del sur de África ingerían alimentos distintos a los del oeste, algo inverosímil dada su gran semejanza anatómica.
La variabilidad de dietas en aquel período, confirmada a través de los fósiles, dificulta poder hablar únicamente de un estilo alimenticio para nuestros antepasados.
Diferentes especies pudieron haber consumido cosas distintas esencialmente. De cualquier manera, parece que entre nuestros ancestros sí era bastante extendido el espíritu vegetariano.
Fuente: Culturizando