¿Alguna vez has pasado por el pasillo de alimentos saludables y dietéticos en el super? Seguro encontrarás muchas etiquetas que dicen “bajo en grasa” o “bajo en carbohidratos.” El problema con esto es que las dietas bajas en grasa no sirven.

Años de investigaciones han demostrado que este es el caso. En un estudio de ocho años involucrando a alrededor de 50 mil mujeres, la mitad que estaban haciendo dietas bajas en grasa, se descubrió que no reducía el riesgo de cáncer de mama, cáncer colorrectal o enfermedades del corazón. Además, no bajaban mucho de peso si acaso.

Pero menos investigaciones se han enfocado en qué pasaría si restamos las calorías de tipos de grasas específicas y las cambiamos por las calorías de carbohidratos, o más intrigante, calorías de otro tipo de grasa.

Aquí es donde un nuevo estudio dice que el azúcar, no la grasa, puede ser el problema.

Esto no es muy sorprendente. Décadas de estudios indican que el azúcar es el verdadero culpable cuando se trata de subir de peso ya que altos niveles (y sin balancearlo con proteína y grasa) puede resultar en incrementos y caídas drásticas de los niveles de azúcar en la sangre. Estos “bajones” pueden causarte irritabilidad al mismo tiempo que tienes hambre.

Todos los carbohidratos – pan, cereal o papas – son descompuestos hasta volverse glucosa que circula en la sangre y nos da energía. Los azúcares son descompuestos rápidamente y suelen aumentar la glucosa en la sangre más que otra cosa.

Los investigadores llevaron a cabo una investigación donde más de 126 mil personas respondían cuestionarios de salud cada cuantos años por tres décadas. Luego los investigadores probaron qué pasaría si estas personas cambiaran 5% de sus calorías en sus dietas de grasas saturadas a uno de otras tres cosas: a) calorías de carbohidratos simples como azúcares y granos refinados, b) calorías de grasas monoinsaturadas, como las que encuentras en el aguacate o el aceite de oliva; o c) calorías  de grasas poliinsaturadas, como las que hay en el pescado o las nueces.

No es sorprendente que la primera opción, reemplazar las calorías de grasas saturadas con calorías de carbohidratos simples, no fue vinculado con cualquier beneficio de salud observable.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.