1 Los smartphones: viajamos para desconectarnos de nuestro hogar y conectarnos con lo que estamos viviendo.
Ver el lugar que visitamos desde una pantalla le saca toda la magia (para eso nos quedábamos en casa, hay miles de videos en Youtube). Hay muchas formas de mantenerse conectado con la familia o los amigos de a ratos: la mayoría de hoteles y hostels tienen alguna computadora con internet para alquilar y aunque parezcan de la prehistoria aún existen los teléfonos públicos. Si le tienes fobia a no llevar el teléfono de viaje contigo, prueba dejarlo un día en el hotel y salir a pasear: al regresar puedes conectarte y ver que está pasando en tu mundo “estable”. Seguramente sigue tal cual lo dejaste.
2 El tiempo: así como es tan importante el viaje como el destino, es igual de importante el lugar como el momento.
Gracias al estricto sistema capitalista de vacaciones limitadas, está plagado de viajes express o paquetes de 25 ciudades en 10 días, donde todo se visita rápido y se disfruta a la vuelta. La solución es simple: ver menos y disfrutar más. Los viajes son como la comida, lo rápido no nutre igual.
3 La avaricia: una cosa es querer ahorrar y otra cosa es ser avaro. Hay que saber el valor de las cosas más que el precio.
Lo importante no es ahorrar sino gastar de forma inteligente. Hay que buscar experiencias y decidir donde gastar el dinero. Sí, hay cosas caras y también hay cosas muy baratas, pero ojo: lo importante es si aquello que es caro vale su precio y si aquello que es barato no es basura decorada.
4 La ignorancia: no es necesita tener una maestría en historia universal para recorrer el mundo, pero ayudaría.
La mayoría de los turistas estudian poco o nada sobre el destino que van a visitar esperando que a su llegada todos los guías les expliquen cada detalle, y en efecto lo harán (en caso de que contrates guías) pero será tanta la saturación de información que te vas a olvidar todo lo que escuchaste o al final, cada lugar te va a parecer igual al anterior. Para que un viaje cale en nuestros huesos hay que prepararse, leer y ver documentales sobre los lugares que visitaremos. Mucha gente piensa que investigar sobre los destinos a visitar les arruinará la sorpresa, pero si tienen miedo a desilusionarse es por las expectativas y no por la información.
5 El miedo a la incomodidad: hacer algún sacrificio nos brindará experiencias que nunca olvidaremos y nada nos va a pasar por no bañarnos en un día o por utilizar una letrina.
Muchas veces nos negamos a abandonar las comodidades de casa aunque sea por uno o dos días, pero generalmente la cosa es mejor de lo que imaginamos.
6 Enfermedades y accidentes: tomar multivitamínicos, comer balanceado y llevar abrigo ayuda a prevenir.
Es indispensable que lleves lo necesario para evitar sentirte mal: algo para el dolor de cabeza, antidiarreico, antigripal, antifebril, curitas y lo que consideres necesario (pero no te lleves una maleta extra de botiquín, la idea es prevenir sin ser paranoicos). En el caso de los accidentes hay que usar el sentido común y siempre llevar un seguro de viaje. ¡Siempre!
7 La compañía: ya lo dice el refrán, mejor solo que mal acompañado.
Las personas que nos acompañan pueden hacernos o deshacernos un viaje. Llevarnos bien con quien viajamos no es suficiente, los intereses en cuanto a lo que queremos ver o hacer y el tipo de viaje que tenemos en mente puede arruinarse si no vamos con la persona correcta. Así es la vida, nosotros decidimos con quien la acompañamos.
8 El miedo: es normal que nos asuste lo desconocido e irse de viaje, estar en un lugar con otra cultura y costumbres a miles de kilómetros de casa, no es la excepción.
Pero el resultado vale la pena.