En esta ocasión quisiera hablar sobre la neurosis que sirvió de fundamento para la teoría y práctica psicoanalítica: la Histeria.

La mayoría de nosotros ha escuchado alguna vez este término en expresiones como “se puso histérica” o “fue un caso de histeria colectiva”, la mayoría de las veces es usado en su segunda acepción según el  Diccionario de la Lengua Española que es: “Estado pasajero de excitación nerviosa producido a consecuencia de una situación anómala.” Pero el término histeria creo que pocas veces es utilizado de forma correcta fuera del ámbito clínico, por lo que me gustaría arrojar un poco de luz sobre este.

Histeria es un vocablo que viene del griego hystera que significa matriz o útero, para los griegos en la época de Hipócrates se creía que el útero era un órgano móvil que se desplazaba por el cuerpo y creaba cierta sintomatología (sofocación o convulsiones) al llegar al corazón, por lo que históricamente la histeria fue asociada al sexo femenino.

En la Edad Media  por influencia de conceptos agustinianos el abordaje médico que se le daba a estos casos cambió, y las afecciones que hoy le atribuimos a la histeria fueron atribuidas a excitación sexual y eran consideradas producto del pecado. Con el tiempo  la mujer histérica fue convertida en bruja.

En el Renacimiento el cuerpo de la mujer fue objeto de disputas entre médicos y teólogos.  En 1487 la Iglesia Católica publica el Malleus maleficarum, que les permitía a ellos y a la Inquisición detectar casos de brujería y enviar a la hoguera a sus representantes, que en su gran mayoría fueron mujeres.

Es en el siglo XVI que el médico alemán Jean Wier trata de ayudar a las mujeres acusadas de brujería y posesión demoniaca, argumentando que ellas no eran responsables de sus actos y debían ser tratadas como enfermas mentales. Y fue gracias a  Mesmer en el siglo XVIII  que la histeria paso de tener una concepción demoniaca a una científica, pues el argumentaba que estos padecimientos se debían al desequilibrio del fluido universal.

Charcot en el siglo XIX retoma el término histeria, y él abandona o rechaza la relación de los padecimientos con problemas del útero, y la cataloga como una neurosis.

Sigmund Freud al comienzo de su obra, adopta una postura similar a la de sus mentores (Charcot y Breuer) para abordar la histeria, y le atribuía la aparición de los síntomas a un abuso sexual sufrido en la realidad por las pacientes . Aunque esta postura se va a modificar con el tiempo le permite elaborar conceptos relacionados a la organización del contenido inconsciente como: represión, abreacción, defensa, resistencia y conversión.

Es en la Interpretación de los Sueños que Freud abandona la teoría de la seducción como origen del trauma histérico y le da peso al proceso de conversión y al conflicto psíquico inconsciente, ya que se percata que podía o no haber abuso en la infancia pero este no era el único origen o explicación de la neurosis, había también una realidad psíquica que debía ser tomada en cuenta, por lo que el proceso de conversión (es un proceso mediante el cual una energía libidinal se convierte en un síntoma mediante el proceso de somatización) se consideró un modo de realización de deseo, un deseo siempre insatisfecho.

Freud definió el conflicto nuclear de la histeria como: “la imposibilidad del sujeto de liquidar el complejo de Edipo y evitar la angustia de castración, lo que lo llevaba a rechazar la sexualidad.”

Esto último se que parece un poco hermético todavía, pero en la próxima entrega voy a tratar de resumir uno de los casos importantes de histeria para poder ejemplificar a que se refería Freud.