Suena tu despertador, despertándote de una noche inquieta de mal sueño. Te pones tu suéter más grueso y te amarras el pelo en una cola de caballo flojo. Te tapas los granos en la cara e intentas ocultar tus ojeras con una base. Aplicas tu delineador y un poco de gloss para los labios esperando esconder tu cansancio.

Te ves en el espejo y estás tan insatisfecha que sólo quieres llorar, pero sabes que no tienes tiempo para aplicar nuevamente tu maquillaje, así que sólo piensas que las cosas no mejorarán.

Manejas al trabajo, medio dormida y saludas a tus compañeros de trabajo con una sonrisa encantadora que los engaña y les hace creer que todo está bien contigo. Hasta te sorprende lo bien que ocultas el dolor con sonrisas y saludos amigables.

Haces tu trabajo, pero tu cabeza está en otro lado. Tus pensamientos están recorriendo todos lados y no puedes pensar bien. Quieres estar en tu cama, echa bola y escondiéndote del mundo. Quieres hibernar mientras ves repeticiones de Friends con una caja de chocolates.

Quieres estar contigo misma en tu mundo solitario, pero no quieres estar sola, no realmente. Quieres que alguien te diga que todo estará bien, que tú estarás bien, pero nadie sabe lo duro que es la vida para ti. Nadie sabe que estás sufriendo ni saben cómo preguntarte.

Quieres ir a la hora feliz después del trabajo, pero estás tan agotada por estar forzando sonrisas y fingiendo que estás bien todo el día. No tienes la energía para platicar de cosas pequeñas y banales con la gente cuando sientes que todo tu mundo se te cae encima. Ni siquiera sabes de qué hablar de todos modos y el estrés de averiguarlo te convence de ir directo a la casa.

Cuando llegas a casa después del trabajo, no sabes qué hacer contigo mismo. Sientes que deberías de hacer algo productivo o que valga algo, pero te sientes muy ansiosa y cansada. Estás triste por estar triste y tu ansiedad te causa más ansiedad. Así que te pierdes en tus pensamientos. Te preguntas qué está mal. Tienes una buena vida, tienes amigos, un buen trabajo, un lugar al cual llamar hogar, gente que te ama y gente que tú amas. Tienes todo lo que necesitas. Oficialmente deberías de estar bien, así que te preguntas qué estará mal. Te preguntas por qué todo esto no es suficiente.

Cuando por fin llega la hora de dormir, te quitas la ropa y te miras rápido en el espejo. Apenas te das cuenta de la mujer que te está mirando, ya casi ni la conoces.

Sé que te quieres volver a meter en la cama, aunque sepas que no lograrás dormir por horas. Pero en lugar de simplemente bañarte para terminar de una vez, tómate un baño largo. Deja que el agua enjuague el estrés de tu cuerpo. Deja que el vapor alivie la tensión en tu hombros y deja que el calor relaje tus nervios ansiosos. Gentilmente lava tu cuerpo con un jabón de lavanda y quédate en el agua por tanto tiempo como necesites.

Ahora ponte tu pijama más cómoda, tus calcetines más gruesos y cómodos y cepilla tu pelo para quitar todos los nudos.

Ahora, antes de que te metas a la cama, apaga las luces para que el cuarto esté completamente oscuro. Mira afuera de tu ventana y admira las estrellas que tintinean delicadamente en el cielo. Mira lo pequeño que son estas estrellas y la manera que brillan tan fuerte comparado con el cielo oscuro. Deja que te aseguren que estás bien. Deja que su presencia te reconforte y que te muestren que hay algo más grande que tú protegiéndote. Deja que te recuerden que la vida no se sentirá de esta manera por siempre. Deja que ese enorme cielo te prometa que un día te sentirás mejor.

Recuerda que hoy sólo fue un día.

Un mal día no equivale a una mala vida, tampoco un mal mes. Así que toma cada día a la vez o hasta cada hora y se gentil contigo misma. Deberías de saber que estás haciendo lo mejor que puedes y que esto es suficiente. Lograste pasar por un día entero.

Mañana será otro día, así que ahora, cierra los ojos y permitete estar triste. Si te salen lagrimas de las orillas de tus ojos, déjalos. Está bien sentirse triste. Pronto las cosas mejorarán, así que mientras tanto, siéntete orgullosa de ti misma.

Lograste sobrevivir el día.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.