Aumentar la ingesta de fibra, soya, salvia, zinc y ácidos Omega-3 puede regular el ciclo, las hormonas y disminuir el dolor.

Dime lo que comes y te diré cómo lo pasas de mal con los cólicos. O con el síndrome premenstrual que, por cierto, aunque parezca increíble, la ciencia aún desconoce con exactitud qué lo causa. Tampoco logra dar respuesta al trastorno disfórico premenstrual, una variedad más grave del síndrome premenstrual que sufren entre un 5 y un 8% de las mujeres y que se manifiesta en estados depresivos, apatía o irritabilidad.

La hipótesis más aceptada es que la causa está en un desequilibrio entre los estrógenos y la progesterona, siendo los estrógenos los que ganan la partida. Su victoria en la liga de las hormonas trae como consecuencia un tsunami de síntomas como hinchazón, cefaleas o dolor abdominal. También suele señalarse como responsables de estos días ‘horribilis’ a la deficiencia de vitamina B6, la hipoglucemia y unos niveles bajos de calcio o magnesio. Así las cosas, la nutricionista Coriander Stone, sostiene que “una dieta que atenúe esta dominancia estrogénica, ayuda a reducir esas molestias”.

No se trata de modificar el menú solo en esos días, sino incluir o retirar ciertos alimentos de la dieta que parecen estar relacionados con la dictadura de los estrógenos. “Lo primero es aumentar la fibra para favorecer los movimientos intestinales y hacer que las evacuaciones sean más frecuentes. De este modo, eliminamos esos estrógenos que ya han cumplido sus función en el cuerpo. De no ser así, se reabsorben. Esto es lo que produce un incremento alocado de estas hormonas”, afirma. Asimismo para asegurarnos un buen proceso digestivo desde sus primeras etapas conviene aumentar los niveles de ácido clorhídrico del estómago. Esto se logra tomando zinc, folatos y proteínas. El zinc se encuentra en las carnes rojas, legumbres, frutos secos y mariscos. Los folatos abundan en los frutos secos y verduras de hojas verdes”.

Stone recomienda echar mano de los fitoestrógenos, sustancias químicas presentes en las plantas con propiedades similares al estrógeno y que, de alguna manera, suplantan a los estrógenos verdaderos pero funcionando correctamente. Si los estrógenos están muy altos, los fitoestrógenos moderan su presencia. Por el contrario, en mujeres que tienen pocos estrógenos (por ejemplo, después de la menopausia), los fitoestrógenos imitan los efectos de los estrógenos que faltan y así, por ejemplo, se reducen los incómodos sofocos de las mujeres menopáusicas. “Entre los alimentos que los contienen destacan la soya fermentada, el miso o las semillas de linaza. ¿Sabías que en Japón no existe una palabra para los sofocos de la menopausia?”. O, dicho de otra manera, que la menopausia en los países donde se toma mucha salsa de soya, acontece sin causar estragos.

Otros alimentos ricos en fitoestrógenos son los cereales integrales, el trébol rojo, la salvia (en infusión o en aceite esencial) y, en menor medida, en las frutas tomadas con piel, sobre todo, las manzanas, ciruelas pasas, duraznos y dátiles.

Quien más, quien menos, toda mujer dominada por los vaivenes hormonales en esos días suele caer en la tentación de meterse entre pecho y espalda galletas, bombones o helado. O todo a la vez. “Es fatal. Ese aumento de glucosa en sangre provoca una subida de insulina para metabolizarla. Pero resulta que la insulina, a su vez, desencadena un proceso que frena la evacuación de estrógenos”, advierte Stone. “Lo mejor es intentar que la glucosa se libere lentamente para evitar picos de insulina. Esto es, priorizar los carbohidratos de bajo índice glucémico y procurar mezclar hidratos con proteínas y grasas para que se metabolicen más despacio. Por ejemplo, en vez de tomar la fruta sola, acompañarla de nueces, yogurt, aguacate…”. Y controlar el estrés, porque “hace que aumenten los niveles de glucosa en sangre y ya estamos como en el punto anterior”.

Si la dieta es relevante, no lo es menos dónde van los alimentos.Y aquí señala a un enemigo con mayúsculas: los xenoestrógenos. Son químicos producidos por el hombre que interfieren en el trabajo de los estrógenos naturales. Sus nocivos efectos van desde agigantar las molestias premenstruales a interferir en la reproducción. “Están presentes en los plásticos. Por eso recomiendo procurar no beber en vasos y botellas de plástico, evitar las bandejas de comida del supermercado y, sobre todo, no calentar la comida en el microondas dentro de envases de plástico”.

Tras unos días previos de molestia, el advenimiento de una regla dolorosa es ya la coronación de un martirio que, según Stone, se puede evitar sin recurrir a los consabidos analgésicos y antiinflamatorios. “Los dolores se producen por la contracción excesiva del útero. El zinc, los ácidos Omega-3 del pescado azul y el magnesio, que está en frutos secos, legumbres y verduras, suavizan esas contracciones”.

Todos estos consejos que tan bien les vienen a las mujeres para evitarse malos tragos durante algunos días de su ciclo, suele ser comúnmente asumidos por los culturistas. Para ellos, mantener bajos niveles de estrógenos supone poder lograr músculos más duros y definidos, menores niveles de grasas y menor riesgo de ginecomastia (crecimiento anormal de los pechos en hombres). Eso sí, al menos, se libran de los dolores de regla.

Fuente: SModa