Hay a personas que les gusta creer que todo en esta vida son ciclos y se ven más o menos así:

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En donde la onda más grande podría ser, por ejemplo, el día, 24 horas; las dos medianas podrían ser luz y oscuridad; y las más pequeñas, las veces que vas al baño en el día. Podríamos seguir proyectando ondas más y más pequeñas hasta que llegáramos a la respiración. Esa también es cíclica, inhalamos y exhalamos; sube a la cresta y baja al valle. A su vez, también sería posible proyectar ondas cada vez más grandes. Juntamos siete días y tenemos una semana, juntamos cuatro semanas y vemos la onda de un mes, etc.

Yo soy una de esas personas. Creo que todo lo que comienza debe, por definición, tener un final. Y por más que parezca que algo vaya a durar por siempre, lo más seguro es que no lo haga.

Hoy en día los avances tecnológicos parecen no tener freno. Sacan nuevos modelos de smartphones cada semana, pantallas cada vez más delgadas y ahora hasta con curvatura, robots de Boston adquiridos por Google que hacen cosas inimaginables, etc.

La pregunta es ¿algún día la tecnología dejará de avanzar y se quedará estancada mientras que nos concentramos en asuntos diferentes?

Me gusta pensar que la tecnología está en camino a la cresta de la onda. Todavía le falta para llegar, y entre más cerca esté de ésta, más sorprendentes serán los inventos. No me puedo ni imaginar cómo será el mundo en 100 años. Como dijo Arthur C. Clarke, “Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

Y eso es muy real, si un hombre del Siglo XV llegará al 2014 probablemente se confundiría mucho. Se preguntaría cosas como: ¿Por qué todos llevan consigo un rectángulo que contantemente están viendo y ocasionalmente se colocan en la oreja?, ¿cómo es que sus carretas se mueven solas? Y ¿por qué hay tantos viejitos?

Entonces, la tecnología está avanzando con pasos de gigante. Sin embargo, creo que es inevitable que en algún momento llegue a su cénit y el ocaso de la tecnología comience. No estoy diciendo que la humanidad entraría en un retroceso tecnológico y que terminaríamos viviendo de nuevo en cuevas. Aunque nada es imposible.

Más bien, creo que la gente se empezará a preocupar por otras cosas. Hoy en día la tecnología avanza en gran parte porque la gente la consume. Si no compráramos cada nueva generación de iPhone, no habría próxima. Y en cierto sentido la tecnología es equivalente a estatus y prestigio. Entre más cosas obtengo mejor me siento conmigo mismo, aunque en realidad sea un sentimiento de satisfacción falso y pasajero.

Como muchas películas infantiles y una canción de Los Beatles nos han enseñado: la felicidad no viene de las cosas que tenemos, sino de nosotros mismos. Un coche nuevo me hará feliz por un tiempo limitado, hasta que lo de por hecho y empiece a desear más objetos.

Pero yo me mantengo positivo y estoy seguro de que algún día saldremos del rezago espiritual en el que vivimos. Por espiritual me refiero a la búsqueda de crecimiento interno y el darle importancia a las cosas que realmente la tienen, como a la comunidad y al bienestar común, en lugar del aislamiento y búsqueda de bienestar puramente personal.

Para concluir. No tengo nada en contra de la tecnología, de hecho estoy muy a favor de ella (exceptuando la tecnología militar, pero eso es por que soy muy hippie). Gracias a ella tenemos rectángulos que nos sirven para comunicarnos con personas a distancia, carretas que se mueven solas, muchos viejitos y muchas otras cosas fantásticas. Simplemente estoy seguro de que algún día dejará de ser el centro de nuestra atención y, como todo en este universo, bajará al valle de la onda para, eventualmente, volver a subir.