Lo único peor que terminar con una relación es hacerlo mientras aún vives con tu pareja. Son muchos problemas: decidir quién se queda con qué, qué sucede con la renta y el estrés emocional de tener que estar cerca de esta persona de la cual te quieres alejar, todo puede causar más problemas.

¿Así que cómo sobrevivir con mínimos problemas emocionales y la máxima ganancia posible?

Incluso si el rompimiento fue desastroso, intenta tener respeto por tu pareja siempre. Si ambos puedes hacer esto y reconocer que hay algo bueno aún entre ustedes (por algo decidieron vivir juntos) las situación será más fácil de manejar.

Crea nuevas reglas

Las cosas tienen que cambiar, incluso si están obligados a seguir viviendo juntos debido a cuestiones financieras o prácticas. Pero ahora es momento de establecer nuevas reglas y límites en cuánto a su tiempo, responsabilidades y emociones. Hablen honestamente de maneras que puedan coexistir de manera exitosa hasta que puedan cambiar las cosas y cada quien seguir con sus respectivas vidas.

Suelta el pasado

Tendrás que dejar las cosas como algunas posesiones, tus sentimientos o antiguas expectativas. El final de la relación será difícil, pero lidiar con todas las cuestiones prácticas como quién se queda con el perro o el coche que compartían o cualquier otra cosa que pagaron juntos. Dividir las cosas de manera justa sin pelear suele ser complicado.

Entonces, cuando hagas esto, hazlo sabiendo que no te podrás quedar con todo lo que quieras y en momentos van a tener que haber soluciones intermedias donde nadie gana ni pierde. Recuerda que siempre puedes ofrecer pagar lo que la otra persona pagó para quedarte con algo que quieras si eso le parece justo.

Lo más importante aquí es enfocarte en dejar que tengas nuevas experiencias, conozcas a gente nueva y tener nuevas oportunidades en la vida y dejar ir todo lo que esta asociado con tu relación fallida. No significa que no aprecies lo que tenías, simplemente que es hora de seguir adelante al siguiente capitulo en tu vida.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.