¿Quieres conocer cuáles son los mecanismos específicos del organismo que nos hacen optar por alimentos calóricos después de una mala noche? Sí, así como lo estás leyendo. ¿No te ocurre que después de dormir poco y mal, además de amanecer de pésimo humor, despiertas con ganas de comerte unas donas con chocolate?

Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), analizaron en tiempo real imágenes de los cerebros de un grupo de participantes divididos en dos partes: unos habían pasado una mala noche y otros habían descansado bien. La idea era ver cómo reaccionaban ante platillos saludables, como ensaladas, y otros no tanto, como pasteles.

La conclusión a la que llegaron los científicos fue que, cuando tenemos sueño, los llamados “centros de recompensa” del cerebro parecen responder con mayor intensidad a las comidas que engordan. También tomamos decisiones más impulsivas –y menos racionales– cuando estamos adormilados.

Un cerebro semidormido y una amígdala intensa

La investigación descubrió que cuando más somnolientos estaban los participantes, mayor su propensión hacia alimentos muy calóricos. De hecho, las comidas por las que optaron tras dormir mal incrementaron en 600 calorías su régimen normal. Los escáneres en el cerebro mostraron que la mañana siguiente a la noche sin dormir, estos platos calóricos produjeron una actividad intensa en la amígdala, la parte del cerebro que ayuda a regular emociones básicas y nuestros deseos por, entre otras cosas, la comida.

Un efecto que estuvo acompañado de respuestas reducidas en áreas del cerebro que regulan las decisiones, dando más protagonismo a las estructuras primitivas del cerebro. De acuerdo con Matthew P. Walker, profesor de psicología y neurociencia en Berkeley y uno de los autores del estudio, no sólo es que un cerebro adormilado responda de forma más intensa a la comida basura, también tiene menos habilidad para no caer en la trampa del impulso.

El sueño y su misión restauradora

Otro estudio español publicado en marzo mostró que la pérdida de unas pocas horas de sueño durante varias noches seguidas supuso entre los participantes un incremento de cerca de un kilo. De acuerdo con el Dr. Juan Pareja, responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirón, en Madrid, “los pacientes que duermen mal en general tienden a comer más.

O porque comen de noche o porque comen más al día siguiente. Algunos pacientes dicen que comer les ayuda a mantenerse despiertos”.

Y es que el sueño cumple una misión restauradora. Según el Dr. Pareja, “en el periodo de descanso, las neuronas se restauran, y se restablecen los mecanismos agotados. El sueño es un factor importante de mantenimiento de funciones cerebrales. Dormir y soñar es necesario para el correcto mantenimiento de las funciones cerebrales”.

Ciclo lunar y ritmos del sueño

Un estudio más, esta vez elaborado por investigadores suizos, muestra la relación entre el ciclo lunar y los ritmos del sueño. Según ellos, cuando hay luna llena, dormimos menos y peor.

Christian Cajochen, profesor de neurociencias en la Universidad de Basel y director de la investigación, mostró sorpresa ante el descubrimiento. “La única explicación que se nos ocurre”, señaló Cajochen, “es que haya una especie de reloj lunar en el cerebro, tal y como existe en otras especies, pero no tenemos ninguna prueba de ello”.

Así que, ¡a dormir se ha dicho!

Fuente: (Actitud Fem)