El Museo de Arte Moderno de esta ciudad permite a los visitantes con discapacidad visual tocar las obras, lo que en otros no, y sentirse nuevamente conectados con el mundo y la cultura.
NY • Sus ojos no ven, pero Barbara Appel suspira de placer cuando sus dedos recorren el rostro de una escultura de Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
La mayoría de la gente va a los museos para ver exposiciones, aunque para algunos de los que visitan el MoMA (según sus siglas en inglés) el amor al arte es, literalmente, ciego.
Una vez por mes, una guía acompaña a un pequeño grupo de personas con diferentes niveles de discapacidad visual por las salas del famoso museo de Manhattan.
Tabla de salvación
Para Barbara Appel, de 62 años y que perdió la vista de forma repentina una década atrás, el programa “Art inSight” (Arte a la vista) es una tabla de salvación que la mantiene conectada con una parte vital de su mundo que temía hubiese desaparecido.
“Con esto realmente siento que estoy conectada, conectada con algo que siempre he amado, algo que me dio tanta motivación”, dice, recordando la inspiración obtenida en visitas a museos durante su carrera como diseñadora de joyas.
En el tour de este mes, unas 20 personas visitaron una exposición llamada “Inventando la abstracción, 1910-1925”, sobre el nacimiento de ese movimiento artístico.
La mayoría de las obras son frágiles pinturas o dibujos y en general no está permitido tocarlos. Los visitantes tuvieron que confiar en la guía, y en su imaginación, para visualizar los trabajos vanguardistas y difíciles de describir de Vasily Kandinsky, Kazimir Malevich y otros artistas de principios del siglo XX.
Ante cada obra, el grupo se detuvo no solo para una detallada descripción de parte de la guía, sino también para conversar sobre el significado de la misma.
El grupo pasó mucho tiempo ante una escultura de Marcel Duchamp que data de 1918 y lleva el extraño y provocativo título “A Regarder (l’autre cote du verre) d’un oeil, de pres, pendant presque une heure,” o “Para ser mirado (del otro lado del vidrio) con un ojo, desde cerca, durante casi una hora”.
Alternativa multisensorial
Mientras la guía describe la escultura, un vidrio astillado relleno con formas geométricas, una persona acerca un pequeño telescopio a su ojo.
Barbara Appel, que se moviliza en silla de ruedas, mira vagamente en la dirección correcta mientras su marido Barry la ayuda cuando se pierde.
“El vidrio está astillado”, explica el hombre.
“¿En serio? Interesante”, exclama la mujer.
Luego Barry mira a través de la obra de Duchamp. “Estoy mirando al futuro”, bromea.
Carrie McGee, que supervisa los programas del MoMA para discapacitados, dijo que las primeras visitas para ciego se organizaron en la década de los 70 y que en aquel momento estaba centrada sólo en esculturas.
Luego se tomó la decisión de asumir el desafío de tratar de volver accesibles a los no videntes pinturas y otros objetos que no pueden ser tocados, buscando alternativas creativas y multisensoriales.
Por ejemplo, cuando los ciegos se acercaron a la versión de “El Grito” de Edvard Munch actualmente en exhibición en el MoMA, se les propuso que abrieran la boca y se tomasen la cabeza, posando como la figura de la pintura.
Milenio 22 Marzo 2013