Llevan décadas desarrollándolo, pero su impacto en el mercado ha sido nulo. El condón femenino ha generado rechazo durante años por su peculiar diseño, parecido a una bolsa de plástico. Sin embargo, como se recoge en un artículo publicado en Mosaic Science del que se hacen eco en Materia, es ahora cuando podría despegar definitivamente y convertirse en el mejor aliado para tener sexo seguro en el futuro.
Wisconsin Pharmacal lo introdujo finalmente en EU, en 1993, en plena crisis por el aumento de casos de sida. Los expertos en salud pública lo recibieron como un verdadero factor de cambio. El condón, una funda de poliuretano a introducir en la vagina antes del coito, iba a proteger a las mujeres de posibles infecciones de transmisión sexual aunque sus parejas masculinas se negaran a utilizar preservativos.
Utilizado correctamente, reduce el riesgo para la mujer de contraer el VIH entre un 94% y un 97% en cada intercambio sexual. Los estudios demuestran que la presencia del preservativo femenino junto a su versión masculina aumenta el porcentaje de relaciones sexuales seguras y reduce la prevalencia de infecciones de transmisión sexual.
Rechazado hasta ahora
Estos datos no han hecho que el condón vaginal despegue y haga honor a su potencial. Lastrado por un modo de empleo menos intuitivo y familiar que el masculino, fue ridiculizado por los medios, ignorado por los médicos y rechazado por las mujeres, que lo encontraron antiestético y difícil de usar, además de caro (llegaba a costar en sus primeros años de vida hasta cinco veces más que uno masculino). A día de hoy, sólo el 1,6% de los condones distribuidos a nivel global son vaginales.
En sus inicios estaba concebido exclusivamente para ser comercializado en el sector privado estadounidense Hoy, un nuevo intento por parte de investigadores, ingenieros y empresarios busca provocar su éxito definitivo. Los actuales condones vaginales están siendo rediseñados y reinventados en busca de abrirse paso en el mercado cuanto antes.
África, un nuevo rumbo para este condón
Pese a que en su inicio estuvo concebido para ser comercializado en el sector privado estadounidense, las peticiones para ponerlo a prueba en varios países de África por parte de organizaciones internaciones sin ánimo de lucro y las agencias de cooperación internacional provocaron que la estrategia cambiase.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), la Agencia Norteamericana de Desarrollo Internacional, Population Service International y otros han sido desde siempre grandes compradores de condones masculinos. Adquieren con frecuencia condones al por mayor para luego donarlos (o venderlos a un precio altamente subvencionado) a clínicas y proyectos que presten servicio a poblaciones de alto riesgo, como ocurre en muchas poblaciones africanas.
El condón femenino resultó especialmente relevante en algunos países del África subsahariana, donde a principios de los 2000, el 60% de los casos de VIH eran diagnosticados a mujeres expuestas al virus por sus parejas estables.
Mejoras respecto al diseño original
La recepción del condón femenino fue mejor en África que en EU, pero al buscar Female Health Company (como fue rebautizada la Wisconsin Pharmacal) un impacto global, aún le hicieron alguna mejoras. El condón de poliuretano fue sustituido por uno de nitrilo, el material del que están hechos los guantes sanitarios. El condón de nitrilo, denominado FC2, es notablemente más barato que su predecesor de poliuretano, el FC1, y también mucho más silencioso durante el coito. En 2007, la UNFPA pre-aprobó el FC2, permitiendo su venta al por mayor a agencias del sector público. Entre 2007 y 2010, el número de condones femeninos duplicó su distribución de 25 a 50 millones.