Seguro alguna vez en tu vida te ha pasado que estás comiendo una bolsa de papas o algo por el estilo y a la mitad te preguntas “espera, ¿me estoy acabando estas papas porque estoy aburrido?” O triste o ansioso, cualquier emoción, la verdad.
Como seres humanos, relacionamos la comida con las emociones. Mucha gente recurre a la comida para lidiar con sus emociones cuando no saben cómo expresarlos.
Comerte tus emociones (comer por las emociones) puede ser bien común, pero sigue siendo poco saludable por dos razones principales. Comer por estrés, ya sea por estar preparando una presentación importante o por el final de una relación, causa que no aprendamos cómo lidiar con estas emociones inteligentemente. Un descanso de meditación o apretar una bola antiestrés es mucho mejor para tu bienestar. Pero además de esto, estás subiendo de peso.
La clave está en poner cuidadosa atención a las señales que tu cuerpo te envía. Así que antes de agarrar algo y metertelo en la boca, analiza bien si tienes hambre o si es una respuesta emocional de tu cuerpo.
Otro truco es establecer una meta para planear y comer sólo tres almuerzos y dos botanas por los próximos tres días, luego observa lo que sucede en los momentos que normalmente estás comiendo por comer.
Cuando sientes ese antojo por comer por alguna emoción, escribe cómo te sientes y evita ir a la cocina cuando te sientas así. De esta manera dejas de comer sin pensar. Es importante estar consciente de tus acciones en estos momentos, de lo contrario te encontrarás saliendo de la cocina con las manos llenas de porquerías que no necesitas a cada rato.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.