Esperas ver morado cuando golpeas tu pierna contra una mesa por error o cuando te pegas el brazo contra tu locker mientras te cambias en el gimnasio. Pero lo moretones que salen con el más ligero golpecito o esas misteriosas manchas oscuras que aparecen sin explicación pueden ser causa de alarmarse. Pero no dejes que cunda el pánico, aquí hay una lista de posibles causas por esto:
Tu piel es delgada
Un moretón aparece cuando los vasos sanguíneos se rompen debajo de la piel después de un golpe y sangran debajo de la piel. Si tu piel ha perdido mucho colágeno, entonces es más susceptible a lastimarse.
Has acumulado daño ocasionado por el sol
La piel que ha sido dañada por los rayos ultravioleta pierde pliabilidad y su capacidad de recuperación y esto puede ocasionar que los moretones sean más notables.
Tomas ciertos medicamentos
Aspirina, esteroides y diluyentes de la sangre pueden ponerle freno a tu coagulación. Así que cuando te pegas fuerte, sangrarás debajo de la piel por más tiempo de lo normal.
Levantas pesas
Aún si no levantas mucho peso o no lo sientes así, esto puede resultar con pequeñas rupturas microscópicas en la fibra muscular que puede aparecer como moretones.
Es cosa de genética
Este es un gran factor que determina por qué te salen moretones con facilidad. Si alguno de tus padres tiene este problema, es muy probable que lo hayas heredado.
Tu piel es bien pálida
La piel pálida no significa que eres más propenso a que te salgan con facilidad los moretones, sólo significa que cualquier decoloración en tu piel se va a notar mucho más que con la piel oscura.
Tienes una enfermedad oculta
Pasa en casos raros, pero aveces si la piel te cambia de color con facilidad tras un pequeño golpe, puede indicar una desorden en tu coagulación o incluso leucemia, aunque si este fuera el caso, tendrías otros síntomas extraños también. Si antes no te salían con facilidad los moretones y de repente si y no entiendes la razón incluso después de leer este artículo, platícalo con tu doctor para determinar la causa.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.