La pequeña protagoniza un reportaje en la revista Jelaouse en la que posa como una adulta, haciendo alarde de una sensualidad impropia de su edad. La polémica está servida: ¿hay una sexualización de los niños en los medios y la industria de la moda?
“Mi niña se sabía observada, que gozaba con la lujuria de esa mirada y hacía alarde de risas y jugueteos”. La sugestión que genera el mundo infantil cobra diferentes formas, desde las más deshumanizadas y monstruosas, hasta las más inocentes y tiernas. Vladimir Nabokov retrató de forma brillante una de las más perversas en su novelaLolita, de donde se extrae la cita anterior: la obsesión de un profesor universitario, que había superado los 40, por Dolores Haze, una niña de apenas 12 años.
El caso de Thylane Blondeau simboliza cómo la literatura en ocasiones supera la ficción, para trasladar sus criterios mordaces a la vida real.
En 2001, el mundo se conmocionó con la barbarie del 11 de septiembre, Colombia ganó la Copa América y Wikipedia lanzó su plataforma en español, entre otros acontecimientos relevantes. Ese mismo año nacía la pequeña Blondeau, quien a su corta edad acaba de protagonizar la portada de la revista francesa Jalouse caracterizada como adulta.
La nueva Kate Moss, como la califica la publicación, se ha convertido por méritos propios en el objeto de deseo de la industria de la moda. Su belleza es simplemente abrumadora y su magnetismo ante la cámara innegable. Sin embargo, hasta qué punto es contraproducente esta sexualización innecesaria de los niños en los medios de comunicación, por un lado, y que a una edad tan temprana se les trate como si ya hubiesen pasado la franja de los 18 y se les exija posar haciendo alarde de una sensualidad que, en ningún caso, debería ir ligada a un infante, por otro.
El nombre de Blondeau no está exento de polémica. En 2011, saltó a los titulares de periódicos y revistas de todo el mundo a raíz de protagonizar un reportaje dirigido por el diseñador Tom Ford para el suplemento Cadeaux, que acompañaba a la revista Vogue francesa. En él, la niña, que en ese entonces tenía 10 años, aparecía maquillada hasta el extremo, encaramada a altos tacones y tumbada en actitud provocativa sobre telas animal print.
Las fotografías fueron tachadas de excesivamente sensuales, e incluso, de que incitaban a la pederastia. La entonces editora de Vogue Francia, Carine Roitfeld, renunció a su puesto tras la publicación del reportaje alegando motivos personales. Las malas lenguas hablan de que su elección desacertada le costó su trabajo.
Los padres de la pequeña, Veronika Loubry, una reconocida actriz y presentadora de la televisión gala y Patrick Blondeaui, exfutbolista, cerraron el perfil oficial de su hija en Facebook por las presiones recibidas a raíz del escándalo. Ahora, la niña maneja y gestiona su propia cuenta de Twitter, donde ha publicado un making off de la sesión que realizó conJalouse.
A pesar de los contratiempos, la carrera de Thylane sigue imparable, y no parece que su círculo más cercano tenga pensado mitigar su carrera por criterios tan “tribales” como la sexualización excesiva de la que es objeto en las sesiones fotográficas. Tampoco parece que la moda se vaya a replantear una reformulación de sus principios, sobre qué es moralmente aceptable y que no lo es cuando se refiere a los niños y sus apariciones en portadas y desfiles.
Fuente: Fucsia