Vicente Fernández, El Charro de Huentitán, ofreció el primero de sus conciertos de despedida en el Staples Center.

La despedida, como se ha titulado a la gira de Vicente Fernández, es un título impreciso, al que le falta explicación porque en realidad el “Rey de las rancheras” no se va del todo.

El gran Chente ya no tendrá una larga gira de presentaciones, pero sí seguirá cantando, grabando discos —el siete de mayo saldrá su nueva producción— y quizá de manera esporádica aparecerá en algún evento público.

Así lo dejó de claro en la primera presentación que ofreció el domingo por la noche en el Staples Center en Los Ángeles, como parte de su gira del adiós.

Fue la noche donde más gargantas —casi 17 mil— se unieron a corear sus canciones y a ovacionarlo —nunca se había presentado en el Staples Center—.

Pero también fue el concierto más corto que ha presentado en la ciudad, desde que su fama se incrementó. Esta vez no duró las tres horas o más que acostumbra estar en el escenario, y no por falta de esfuerzo: más bien en una confusión del público que comenzó a retirarse sin pedir a gritos “¡otra!”, para que volviera al escenario a interpretar otros de sus grandes clásicos con los que suele decir adiós y con el que deja confirmado que sigue siendo El Rey.

Chente es muy puntal, así que apenas terminó de cantar su hijo —el potrillo mayor como se refiere a él—, Vicente Fernández Jr., apareció en el escenario, en medio de esa multitud que lo envolvió en una euforia de gritos, aplausos y que impulsivamente se puso de pie para recibirlo.

Con un impecable traje de charro color negro, botonería dorada y el sombrero con bordados de hilos de oro, el Charro de Huentitán arrancó el primer orgullo de la velada con Esos altos de Jalisco.

Desde ese momento, Fernández no escatimó esfuerzos, repertorio, minutos ni discursos. Siempre sonriente, sudoroso, inevitablemente emocionado, comenzó a discurrir su repertorio.

Que te vaya bonito, De qué manera te olvido, Las llaves de mi alma comenzaron a sonar. “Dicen que el vino es malo, entonces hay que acabar con él”, expresó Chente, “aventándose” el primero tequila de varios que llegaron después, sobre una pequeña mesita a un lado del escenario.

Vicente Fernández, agradeció al público su presencia y las oraciones que le dedicaron cuando el año pasado tuvo que interrumpir su gira para someterse a una cirugía por un tumor que le detectaron en el hígado.

Pero Chente, es Chente: no hay recomendación que le haga cambiar su rutina escénica. Por eso, como es característico en él, los tequilas iban y venían, pero además se dio el placer de fumarse un cigarro en el escenario. Vicente estaba en casa.

Ya había cantado varios temas, cuando vio a Kate del Castillo, a quien le dedicó La mentira, un tema que fue título de una telenovela que protagonizó la actriz y entonces le dijo: “Es de las canciones que más me gustan y aquí estoy viendo a una chaparrita que quiero mucho… chaparrita de oro a ver si te acuerdas”.

Llevaba más de una decena de canciones cuando anunció que con la interpretación de Acá entre nos, “siento que apenas va a comenzar el concierto”.

“Les gusta tanto que van a pegar un grito como si les hubieran puesto un cohete abajo de los asientos”, expresó, mientras se empujaba otro tequila.

A sus 73 años, 47 de ellos de carrera artística y más de 60 millones de discos vendidos, las cuerdas vocales de Don Chente no atisban conato alguno de agotamiento. Llega hasta la última nota aguda, sin dificultad.

“Quiero que sepan que cuando he tenido una pena en el alma, un dolor en mi cuerpo, yo siempre trato de brindarles mi mejor sonrisa”, dijo. “En el camerino dejo todo, afino mi garganta… y salgo a cantarles”.

Así, sin descanso, cantó una tras de otras, “de las nuevas… de las viejitas”, como se refería antes de cantar cada tema.

Vicente Fernández se despidió con Volver, volver —”me cae que a Los Ángeles tengo que volver”, mencionó entre en medio de la canción—. Pidió un homenaje en aplausos al Mariachi Azteca que lo ha acompañado en sus conciertos y bajó del escenario despedido por Las golondrinas y la euforia del público.

Vicente no volvió. La gente no gritó “¡otra!” y él había cumplido con su repertorio de 50 canciones.

Su frase mencionada casi al inicio del concierto —”mientras ustedes no dejen de aplaudir, su Chente no dejará de cantar”—, quedará como un epitafio de esa leyenda viviente.

Pero esta no es su despedida final de Los Ángeles. Vicente Fernández regresa en abril con tres fechas de conciertos en el Gibson Amphitheatre.

La opinion 25 Marzo 2013.